La playa de los corazones

La Playa de los Corazones

Cuentan los más viejos del lugar que hace miles de años, cuando el pueblo fenicio extendía sus rutas de comercio por el Mediterráneo, lo que hoy es Guardamar era un enclave sencillo y lleno de encanto. En el antiguo asentamiento fenicio de La Fonteta, vivía una joven pareja, Eshmun y Tiria, cuya historia de amor resonaba en cada rincón del pueblo.

Eshmun era un joven marinero, valiente y diestro, que comerciaba en las aguas del Mediterráneo llevando ámbar, púrpura y otras riquezas de su tierra a puertos lejanos. Tiria, por su parte, era una tejedora talentosa que elaboraba finos textiles, esperando ansiosa el regreso de su amado cada vez que él se hacía a la mar.

La última despedida

Un día, Eshmun recibió la noticia de que debía partir en un viaje largo y peligroso. Era una oportunidad crucial para su pueblo, pero también para él, pues deseaba regresar con riquezas suficientes para construir un hogar donde pudiera vivir junto a Tiria para siempre.

En la orilla de la playa, bajo el cielo rosado del amanecer, se despidieron. Eshmun tomó las manos de Tiria y, mirándola con una intensidad que parecía detener el tiempo, le prometió que regresaría. Ella, aunque con el corazón lleno de temor, le entregó una pequeña prenda que había tejido para él: un pañuelo con un corazón bordado. Eshmun lo guardó en su pecho, junto al suyo propio, y subió a la nave mientras las olas lamían suavemente la arena.

La embarcación se perdió de vista en el horizonte, dejando a Tiria sola en la playa, mirando el mar con el alma dividida entre la esperanza y el desconsuelo.

La tormenta trágica

Días después, mientras Tiria esperaba su regreso con la mirada fija en el horizonte, una tormenta se desató con furia inusitada. Los vientos aullaban como fieras, y las olas golpeaban con fuerza la orilla de la playa. Aquella noche, un presentimiento oscuro anidó en el corazón de Tiria. Sabía que algo terrible había ocurrido.

El barco de Eshmun había sucumbido a la tormenta. La nave fenicia, cargada de sueños y tesoros, se hundió en las profundidades del Mediterráneo, arrastrando consigo al joven marinero. Los marineros que lograron sobrevivir regresaron con noticias funestas: Eshmun no había conseguido escapar de la furia del mar.

La transformación de la playa

Tiria, destrozada por la pérdida, regresó cada día a la playa donde se habían despedido. Durante horas, caminaba sobre la arena, dejando que las olas acariciaran sus pies, como si buscara rastros de Eshmun en el mar que se lo había llevado. Lloró hasta que su corazón pareció romperse en mil pedazos, y la leyenda dice que fue entonces cuando algo mágico ocurrió.

El mar, movido por el dolor y el amor eterno de Tiria, comenzó a devolver pequeñas piedras con forma de corazón a la orilla. Era como si las lágrimas de la joven, mezcladas con las olas y la arena, hubieran transformado la playa en un homenaje eterno a su amor perdido. Cada piedra parecía un mensaje de Eshmun, un recordatorio de que su amor era tan profundo como el océano que lo había reclamado.

El misterio de los corazones

Con el tiempo, Tiria desapareció, pero la playa permaneció. Los habitantes del pueblo comenzaron a notar que, entre las conchas y los guijarros, había piedras con forma de corazón. Estas piedras no eran comunes ni en forma ni en número en ninguna otra playa cercana, y cada vez que alguien las recogía, sentía una paz inexplicable, como si estuvieran tocando una reliquia sagrada del amor.

La Playa de los Corazones hoy

A día de hoy, esta playa de Guardamar es conocida como La Playa de los Corazones. Los visitantes que caminan por su arena aún encuentran esas pequeñas piedras en forma de corazón, y muchos aseguran que al sostener una de ellas, sienten una conexión especial con alguien que amaron o con un deseo profundo de su corazón.

Los ancianos del pueblo dicen que la playa guarda una promesa: quien encuentre una de estas piedras y la regale a alguien con amor verdadero, estará ligado a esa persona para siempre, del mismo modo que Eshmun y Tiria permanecen unidos en el recuerdo eterno del mar.

Así, la Playa de los Corazones no es solo un lugar de belleza natural, sino también un espacio cargado de magia y esperanza, un rincón donde el amor desafía al tiempo y al olvido.

 

* Dedicado a Maripaz, por Santiago

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